Hoy os traigo una crítica sobre uno de mis magos favoritos: Miguel Angel Gea. Se trata, en mi opinión, de uno de los magos más completos del panorama nacional y también uno de los que más estudian la magia como arte...
Podría hablar mucho sobre Gea (y de hecho lo haré cuando realice el artículo sobre él), pero dado que es uno de mis "profemágicos" favoritos y que también compartimos una pequeña amistad, no podría ser imparcial al hablar de sus actuaciones...
Por eso prefiero dejar paso a Heitor, otro de mis nuevos "compinches" y comentarista habitual, que nos diga lo que sintió el pasado día 16 del presente mes, cuando vio a Gea en su espectáculo "Magia al descubierto"...
De nuevo tengo que dar las GRACIAS por la importantísima aportación que hacen mis "compinches" a la magia: por un lado, participando activamente en este blog; y por otro, realizando una crítica que, sin duda alguna, cualquier artista quiere para seguir mejorando su trayectoria. Por todo ello, te doy las GRACIAS Heitor por tu valiosa aportación...
Heitor:
Una nueva cita en “La plaza de las artes” nos hizo disfrutar, quizás, de la mejor magia hasta la fecha en el pequeño teatro. El causante fue Miguel Ángel Gea, un tipo enorme, tanto físicamente como en talento y humor, con una verborrea desbordante e incansable y una habilidad para la magia tremenda.
Una gran parte de la magia, a mi modo de ver, se basa en mantener al espectador totalmente entregado a los juegos que se van sucediendo delante de sus narices, alejando sus pensamientos de la rutina diaria, totalmente abstraído en una especie de dimensión paralela. En esto es un especialista el mago que ayer nos deleitó con más de una hora de risas y asombro a partes iguales.
Desde que Gea se situó debajo de los focos no hubo ni un solo momento en el que no estuviéramos pendientes de lo que hacía o decía. No son sólo los trucos, sino que su carácter impregna todo lo que hace. En seguida se siente uno contagiado por su buen humor, su rostro simpaticote y una sonrisa de gamberro realmente contagiosa.
Gea dividió el espectáculo en dos partes diferenciadas. La primera, juegos rápidos con una gran carga humorística. Algunos sencillos, ligeramente inocentes, simples, como dando a entender que no todo son grandes ilusiones, que las pequeñas manipulaciones, bien narradas, pueden resultar igualmente atractivas.
Una de las enormes virtudes de Miguel Ángel Gea es conseguir transformar los trucos de siempre, en algo nuevo. Para ilustrar esto, menciono dos ejemplos muy significativos.
En primer lugar, el clásico truco de la cuerda que se corta y se recompone. En principio puede parecer que vas a ver lo mismo que has visto decenas de veces en manos de otros magos y de repente encuentras una curiosa vuelta de tuerca. Finalizando la rutina con la frase “¿no os parece que la magia es demasiado dictatorial?” (creo recordar que esas eran las palabras), cada vez que empezaba de nuevo con la rotura de la cuerda, cambiaba algo. Primero, un chico para elegir la música de fondo que una colaboradora interpretaba en directo a la guitarra. A continuación, un chaval salió a dar el pase mágico. Seguidamente, otro para declamar la frase emocionante. Por último, una chica para llevar a cabo ella misma el efecto. Simplemente desternillante.
El segundo ejemplo que quería comentar es el de los aros chinos. ¿Cómo puede ser que un juego que has visto trillones de veces resulte interesante? En este caso, la respuesta venía en una música divertida y dinámica y una agilidad increíble dando formas a los aros, que a toda velocidad se engarzaban y se soltaban en sus manos.
Tras el descanso, en la segunda parte, el tono cambió. El humor dio paso al misterio, las bromas al discurso pausado, la única presencia de Gea a la valiosa aportación de sus colaboradores. Todo se volvió más gótico y un ambiente de suspense se instaló en la sala.
En esta segunda parte, Gea se escapó de unas cuerdas que me tocó atarle alrededor del cuerpo (con muy mala leche por mi parte, pero poco efectiva) mientras un poeta declamaba a su lado un poema sobre la libertad. Ayudado por dos góticos colaboradores, vestidos de negro y con anillos en forma de calavera y pañoletas igualmente oscuras, realizó un acto de mentalismo, de forma que las frases de los tres se entremezclaban como si uno solo las estuviera pensando, para adivinar las clásicas tarjetas que se usan en las pruebas de telepatía. Se tragó media docena de cuchillas de afeitar que le iba dando una dama vestida de blanco mientras interpretaba una inquietante aria, para luego introducirse un hilo en la boca y extraerlo con las cuchillas atadas en él. Vamos, un final de actuación diferente y enigmático.
Para concluir, tan solo mencionar algo que me parece muy importante, ya no en un mago, sino en cualquier artista: la cercanía. Gea se quedó al pie del escenario, saludando a la gente que iba desfilando por su lado en dirección a la salida, atendiendo a quien se acercaba y de una manera tremendamente natural. Para mí, un diez para el artista.